Qué desgracia:
Aquellos que dados sus cargos públicos, más teoría de administración pública y experiencia sólida deben saber y demostrar, son los que menos la han estudiado y tienen (por ejemplo, presidente y alcaldesa). No basta algo de inteligencia o gritar todos los días.
De los últimos cuarenta años de este país quizás la única honrosa excepción en materia de teoría y praxis de buena administración pública y, además, de decencia, ha sido Virgilio Barco.
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