El pensamiento de Goethe en su Fausto que descubrí gracias a Schopenhauer hace unos años no se me olvida.
Yo lo parafrasearía así: la vida como un continuo (en inglés, continuum) caótico y laberíntico.
Los esquemas metodológicos de las ciencias, la misma realidad de la vida académica y profesional, y las exigencias del trabajo, causan que tienda a existir una percepción equivocada sobre el curso de la vida, que sí, es sobre todo laberíntico y no rectilíneo ni armonioso.
La vida biológica tiene algo de continuum, pero su relación con la vida del trabajo y con el hecho de que siempre busquemos sobrevivir a través del mostrar logros y del intercambiar información y cosas con otros seres humanos, hace que estos últimos elementos inevitablemente se desordenen. Sí. Todos los seres humanos nacemos y morimos. Entre dichos extremos, la biología, las percepciones, la racionalidad y la irracionalidad, los misterios, el dolor, las alegrías, etc., todo esto se mueve y nos impacta caóticamente. Algo de orden “humano” y “artificial” podemos ponerle, pero no mucho, porque la biología siempre (nos) manda.
Es una especie de lujo que un cronograma se cumpla, que se construya un edificio o catedral, que se termine de escribir una novela. La biología, es decir, la naturaleza, simplemente nos ha dado un permiso. Pero esa obra del ser humano no iguala jamás el orden y armonía de la naturaleza que siempre comanda.
Encima de ella, se encuentra Dios.
Si uno examina detenidamente todos los hechos que han constituido la vida personal compuesta de la biología, de las percepciones, de la racionalidad, de la irracionalidad y de los misterios, parece ser lo más adecuado y razonable agachar la cabeza, y decirle a Dios que en verdad no sabemos mucho (más bien, que simplemente no sabemos), que nos perdone por tanta locura y vanidad (el libro sagrado dice que Él sabe que solo pensamos tonterías), y que sí, que reconocemos que es mejor agachar la cabeza, y que entendemos que somos meros administradores o mandatarios en este espacio y en estas coordenadas que Él ideó, y que sí, que claro, que Él (nos) manda totalmente. Que sí; que somos seres marginales hechos para reconocerlo y obedecerle si es que queremos de verdad realizarnos y ser plenamente felices. Que en efecto, así nos cueste entender lo que pasa en la realidad que experimentamos en la Tierra, y que probablemente nunca podremos entenderlo, nos sometemos a lo que Él decida y quiera.
Así, ponerle “orden” y “fechas” y “metas” a la vida cotidiana, incluso a la biológica, es una especie de lujo, lograble en ocasiones, que Dios permite (esto, infortunadamente, a veces aumenta nuestra vanidad y nos da una sensación falsa de poder y control).
Creo que en ese esfuerzo, difícil para los que se creen vanidosamente muy racionales, no debe faltar el reconocimiento de que Dios manda. Estimo que esto hará el ejercicio y experiencia de la vida en la realidad menos doloroso y frustrante, pero más real y profundo al fin y al cabo.
P.D. 1. Otra forma de decirlo, queridos lectores: la vida biológica, más ampliamente, la naturaleza, siempre prevalece sobre la vida profesional. La ilusión del ser humano es que la vida biológica o, de manera más general, la existencia, sea o rectilínea o esquemática o armoniosa o cuadriculada como la vida del trabajo; esto es, simplemente, imposible. La vida es un continuo caótico y laberíntico; así, como lo afirma NGD, siempre se escribe con arabescos. Dada nuestra ceguedad congénita, los seres humanos creemos que la vida real es como la vida profesional. No es así. Dios siempre manda.
P.D. 2. La vida es como un océano que nos arrasa; la vida, como continuo inmenso, es más poderosa que cada uno de nosotros y que cada una de las estructuras y categorías que hemos creado para organizarnos y sobrevivir (el mundo del trabajo, de los logros, de los archivos, de las cosas, etc.). Frente a cada acontecimiento personal, que es, en verdad, ínfimo, pero que nos parece gigante porque somos pequeños y limitados, la vida es todavía más grande. Según como ya lo hemos presenciado al sufrir tragedias o ser testigos de ellas, la cosa es como muchos dicen: "la vida sigue" ("las cuentas siguen llegando"), y esto a pesar de que lo que nos ocurre nos sobrecoja y de que a veces quisiéramos que el torrente que es la vida pare; ello no ocurre ni ocurrirá.
P.D. 3. En ciertos (muchos) contextos, no luchemos contra la corriente. Más bien, nademos con la corriente. Sirácida, 4.26.
P.D. 4. En la vida, continuo que es categoría ontológica, a lo que realmente importa le dedicamos muy poco tiempo.
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