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Decencia, virtud

1. ¿Qué es la decencia? Actuar dentro de la verdad sin desconocer la realidad objetiva; el presente, el día actual. Aceptar nuestras limitaciones generales y particulares; percibir nuestra naturaleza; ser conscientes de nuestra ceguera y resignarnos en relación con las contradicciones inevitables de la vida; no olvidar los aspectos animales y cotidianos de nuestra existencia, que deben ser manejados con pulcritud. No causar daño ni a nosotros mismos ni a los otros. No suponer. Callar prudentemente, pero sin ser cobardes. Suspender los juicios. Procurar actuar de conformidad con la razón natural. Reconocer los errores y en lo posible enmendarlos.

 

2. ¿Quién es el hombre virtuoso? El que es verdaderamente decente. Una especie de san José. Sin afán de protagonismos. El que se descentra y existe para el otro, no para sí mismo.

 

3. La muerte como el final en la Tierra, que casi siempre aparecerá como injusta, inoportuna e ilógica. Pero es que no conocemos el misterio. Acordémonos de cómo sufrieron Jesús y la Virgen.

 

4. No dejar de pensar en los misterios de la vida y en los misterios cristianos, lo que no alcanzamos a entender, pero no olvidar que siempre todo lo que ocurra está orientado al bien eterno. Por lo menos saber que hay una realidad no evidente y que Dios solo quiere nuestro bien, así todo parezca tan caótico, injusto y doloroso.

 

5. Estamos siempre sujetos a lo que Dios decida.

 

6. Por consiguiente, hemos de abandonarnos en Dios, por ejemplo, respecto del futuro que angustia. Que Dios decida por nosotros y confiar en su alcance.

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