Si la superficialidad reinante y avasalladora solo supusiera que el que la percibe y acusa exhibiera en forma arrogante su superioridad intelectual y moral o se pavoneara frente a la superficialidad y a los superficiales, la cosa no sería ni grave ni importante.
Mas lo que ocurre es que la superficialidad en el tratamiento de los asuntos, así sean cotidianos, causa dolor, enfermedad e, incluso, la muerte.
Por eso es grave.
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