En una crisis, en un momento de desesperación, de ansiedad, de mucha angustia, ahí aparecen y emergen amenazantes ciertas ideas dolorosas, muchas falsas, contradictorias, que anidan permanentemente y que inquietan y causan molestias corporales y en el alma.
De pronto, durante la crisis o después de ella, acompañadas a veces de llanto, la persona expresa esas ideas en voz alta y si otra persona (buena) las oye, entonces las rebate y hace pensar a quien sufre la crisis solo cuando ella ya ha proclamado “soy tal y cual”, “no logré ‘x’ o ‘y’”; “no valgo”. El interlocutor calmado contradice y dice “eso no es verdad” o “eso no es verdad porque tal y cual cosa” o “¿no se ha dado cuenta de tal cosa?”.
Ay...
Existe una aparente contradicción porque esas ideas falsas, quizás inspiradas por el dueño del mal, anidan, reposan, se cultivan, se reciclan, conviven con uno, y solo emergen con mucha fuerza en situaciones límite o de crisis aguda.
¿Por qué no haber hecho un ejercicio dialéctico y haberlas contradicho antes?
¿Por qué no haber probado su falsedad con anterioridad?
Ser humano (parece que) significa que todos portamos varias ideas de este tipo que causan mucho sufrimiento; además, pocas veces afrontamos el ejercicio dialéctico.
Quizás sea esto una flaqueza humana frente a la que no se puede hacer mayor cosa.
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