La más importante lección de religión que recibí en el colegio:
Que la vida es don y tarea.
Lo de ahora sí tiene un valor y un significado que hay que aprender a apreciar correctamente. La muerte no le quita ni valor ni significado a lo que se hizo en la vida terrena sea esta larga o corta. No porque se muera entonces lo que se haga o lo que se haya hecho carece de valor.
Tenemos el deber de explotar nuestros talentos, de lograr la excelencia y de que nuestra vida sea fértil y fecunda.
El equilibrio entre el momento y lo trascendente es el que hay que buscar, es decir, darle valor sobrenatural a lo actual y presente.
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