La vida cotidiana del que ha estudiado algo de filosofía, que no por eso debe ser llamado incorrectamente “filósofo” así tenga un cartón colgado en su habitación que lo llame así, no debe caracterizarse por un despiste continuo o por una rebeldía irrazonable o por un divorcio entre la teoría de las virtudes que tanto ha estudiado y su actuación diaria con aquellos que lo rodean. ¿Es aceptable un licenciado en filosofía que sea arrogante? ¿Es aceptable un licenciado en filosofía que maltrate a las personas?
¡No!
En cambio su vida cotidiana debe ser la materialización en conductas y palabras de la importancia de vivir en cuanto sea posible la verdad y la razón, y la conciencia continua que se muestra en el exterior acerca de las coordenadas existenciales de la vida, de lo que ella realmente es, de la posición en el mundo, del significado y de los valores y valoración que el existir suscita.
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