Tiene razón aquel pensador ítalo-alemán.
Hace él verdadera fenomenología de la vida con el estudio de sus etapas.
Cada una de ellas, bien diferenciadas, mas genéricas, con sus imperfecciones y pecados.
Y claro, nota él, creo, nuestra permanente ceguera y desorientación.
Pocas veces logramos los seres humanos captar bien la verdad y, en muchas ocasiones, nos alejamos de ella.
No importa en qué etapa de la vida nos encontremos.
Parte es esto de la flaqueza humana, que solo puede paliarse buscando refugio en Dios de manera permanente.
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