Hay ciertas expresiones de un deber ser, cuya materialización representa bienestar, bien, tranquilidad y paz, y cuyas razones fundamentales o intrínsecas ignoramos y siempre ignoraremos.
Pero no importa.
A pesar de ignorar sus fundamentos, el deber ser está ahí y se intuye. Violar ese deber ser conlleva infelicidad. Cumplirlo conlleva felicidad y armonía internas y externas. Y repito: no importa que ignoremos las razones de su existencia.
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Algunas razones que pueden explicar el filtro necesario que deben tener nuestras representaciones mentales son las siguientes:
¿Esa representación mental contiene elementos de verdad o no?
¿Le hago bien al otro si expreso en palabras esa representación mental?
¿Cuál es el contexto para poner en palabras esa representación mental?
¿Cuál es el nivel de madurez propia y del destinatario de la representación mental puesta en palabras?
Si hay desnudez del cuerpo, también hay desnudez de la mente: ¿dónde están el respeto, la dignidad y la autonomía de la otra persona? ¿Se ve a la otra persona como una persona y no como un objeto? ¿Solo estoy pensando en mí cuando quiero transmitir con palabras una representación mental?
En la mayoría de ocasiones las representaciones mentales no deben transmitirse por medio de palabras porque no corresponden a la verdad, no le hacen bien al otro, no hay un contexto correcto y adecuado para hacerlo, son expresiones egoístas y, además, no se consideran la dignidad y autonomía de la otra persona.
Si la desnudez del cuerpo da pena y vergüenza, la de la mente también.
Así lo quiso Dios. Que haya cosas ocultas, misterios, secretos y reservas.
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