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Notas

(1)

 

No me parece razonable esto: que como uno tiene derecho a ser “uno” entonces ser amable o cordial o empático en las relaciones con los demás atenta contra esa autenticidad, y que, cuando uno es amable, cordial y empático, no está uno exhibiendo su real ser. Es decir, que ser grosero o rudo o amargo es mejor o más auténtico que ser amable y dulce porque así no está tapando uno lo que realmente es.

 

Tampoco me parece razonable asumir siempre que el ser amable y bueno con los demás siempre supone o ha de suponer que uno quiere algo a cambio.

 

En fin.

 

Primero: uno debe ser siempre bueno y amable con los otros, así ellos piensen o asuman que uno es falso o hipócrita; segundo: no debe uno esperar algo a cambio o una retribución material.

 

Si los otros piensan que uno es falso, o que uno de ellos espera algo a cambio, pues allá ellos. Ese es su problema.

 

(2)

 

Es interesante darse cuenta (a veces tarde) de que, como adultos, pensamos (pero erróneamente) que ya comprendemos la realidad (es decir, que entendemos todo, sea algo referente al día a día o algo profundo), y que son los jóvenes y niños los que no, cuando, en realidad, ningún ser humano comprende la realidad bien, y siempre tendemos a considerar casi todo como obvio, cuando, en realidad, nada es obvio, y cuando en verdad resulta lo mejor que nada se asuma como obvio.

 

Creo que quien actúe como si ya entendiera todo (sea mundano o cotidiano o no) o quien crea eso, anda por los caminos de la antiverdad.

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