Más o menos es algo así: en esa tierra con tantos atributos admirables, aunque su historia sea cruenta, sobre todo, la del siglo XX, hay innovación, asunción de riesgo y cambio. La evolución y el progreso en varios campos se materializan, se respiran y se viven.
Concuerdo en que la vida humana debe suponer eso: el cambio constante de piel que Goethe menciona. No de otra forma puede ser.
Parece existir un deber jurídico y ético de crecer, de avanzar, de modernizarse. Si voluntariamente no se colabora con aquel cambio que puede escapar de la voluntad propia, la naturaleza lo impondrá y, a veces, con mayor cuota de dolor que si se hubiere acometido voluntariamente.
Para crecer, hay que avanzar, cambiar, innovar, arriesgarse, etc., pero combinando lo de ayer con lo de hoy. No desechar completamente lo pasado. Verbigracia: detrás de la fachada tradicional de sus casas se esconden los últimos avances tecnológicos; el carro eléctrico transita por los bosques verdes en los que los conejos y venados viven tranquilos. La filosofía clásica y moderna inunda los argumentos y discusiones. Bach suena. Las catedrales perviven.
Que no se nos olvide: a los excéntricos y no convencionales que se han atrevido a ir contracorriente, la historia, por no decir, la verdad y la justicia, los han validado.
No olvidar tampoco: máxima libertad dentro del derecho natural.
Creo que lo anterior resume las notas de lo que sería quizás el único reaccionarismo aceptable.
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